Podía pararse y sentirla, mientras el color de las rocas desde el balcón tomaba un aspecto definido y vivo; entonces aparecían líneas que nunca habían sido vistas y las rocas se amontonaban como rebaños entorno a las grietas. Como si aquellas aristas quisiesen al fin ser reconocidas, como si quisiesen que él las tocase.
_ Te amo, no sabes cuánto.
_ ¿Quién podría saberlo?
_ Quise amarte, pero no había sueños a mi alcance.
Con la permanencia de un recuerdo el color de las rocas batidas por el mar frente a su balcón, el encuentro entre los dos fue precisamente lo inesperado, ellos no se comprendían, usaban claves distintas para todo y en cierto modo eso era fabuloso, su encuentro escapaba de las normas morales justo en el punto en que debían encontrar cualquier forma para resistir y entregarse el uno al otro en un sencillo y cristalino placer. Y el espíritu descendió en forma de paloma susurrando palabras, las palabras de la felicidad en sus oídos: “El universo es vuestro hogar, y exploraréis sus más alejados escondrijos, antes del fin del tiempo.”
_ ¿Tiempo? –Susurró él. La paloma había volado, ¿o quizá desaparecido?
Todo se comunica, el presente con el pasado, el pasado con el presente, en algún punto del camino. Mientras que el universo NO ES, aún ES. Del principio de la polaridad dicen que nace la ley de la paradoja. Cara y cruz de la moneda, cometa de cola de perro.
Unas canciones se filtraban a través del jardín del edificio, eran antiguas, todas las canciones lo son; estaba pensando en esto, sin discriminar lo bueno o lo malo de esto… Allí, justo donde el límite de su pericia le obligaba a recapacitar en cómo llegar al mínimo esfuerzo.
Estamos tan apegados a los problemas que no le prestamos atención a lo que ocurre a nuestro alrededor y gastamos todas nuestras energías en mantener nuestra posición.
_ “…Pues son ustedes realmente honrados por haber acudido a un planeta en el que ni siquiera pueden ver quiénes son”.
_ El espíritu regresa si creamos las condiciones adecuadas.