Adelante, tú, niño chico, ganador y perdedor, sabías que vendrían sobre la verdad y el engaño, visionario y prisionero, nadie sabe de dónde eres, cuán cerca o cuán lejos estás de los que te miran.
Aquel cognoscere in lumine Dei de San Agustín, es donde se verifica y se cumple la formación de tu cultura, de espaldas al simple propósito, al simple querer. Extrayendo tu verdad de la misma Divinidad, de la misma fuerza y pureza del aliento divino.