POR QUÉ EL NOMBRE DE MAITREYA ES CONSIDERADO COMO UNA PERFORMANCE.
No cabe duda que la consideración de lo propio nace de la constatación de ser un cuerpo entre otros cuerpos. La preeminencia otorgada a la voz y al rostro de aquel que sale al encuentro de la primera persona y la interpela, deja sentada la imprescindible referencia al otro. Dicha voz, no implica ningún mensaje, sino una llamada silenciosa que invita al sí a volverse sobre sus «más peculiares posibilidades·». A sus posibilidades de ser: «YO SOY MAITREYA», «YO SOY ARTE». Sin embargo en toda apropiación hay una desapropiación, el autor no puede dominar el texto que escribe ni ponerse por encima de este.
Para Derrida, por ejemplo, el nombre y la firma no hacen más que testimoniar de diversas maneras, en el ámbito de la identidad personal, la desapropiación inherente a todo intento de apropiación o exaltación de lo propio.
Así, desnudo de lo propio por más que intente evitarlo por medio de su firma, el escrito se libera de él en el momento mismo de su inscripción, y ya no le pertenece.
¿Entonces qué queda?
Quizá solo la firma, en ella queda condensada la acción a la que sometemos a la realidad, a la forma y el nombre.
Respecto a la obra, el creador es a la vez el todo y la nada.