El actor sube por las escaleras de una pirámide, su canto rebota contra las paredes de la corteza invisible:
Sentí vergüenza, cuando mi nombre me fue revelado.
No podía comprender.
Mi corazón todavía era duro como una roca.
Mi nombre no me abandonó, no podía olvidar lo revelado. Comencé a mirar a mí alrededor.
En mi interior las ideas se agolpaban desintegrándome.
No existía ningún sueño que se pareciese a la verdad.
Y seguí mirando a mí alrededor.
Muchos de los que me acompañaban me incitaban a mirar en la dirección equivocada.
Pero había otros que se acercaban a mí resonando con el sueño de la verdad.
Seguí mirando a mi alrededor muchos años, sin poder comprender mucho.
Durante ese tiempo fui recordando el camino, leyendo los escritos antiguos, recordando.
Hoy comprendo, cuando tenía sed fui saciado, cuando tenía hambre fui alimentado. No importaba donde estuviese, y lo que hiciese.
Hoy tomo, sin dudarlo, el camino de mi propio sueño.
Ahora ya no siento vergüenza por mi nombre, sé que ningún orgullo puede adherirse a mi cuerpo, porque pertenezco a la misma sustancia que todos los seres.
No hagas caso del castigo de la separación, abandona el camino que te hace sufrir.
Retomaremos el principio del camino y verás tus ojos reflejados en los míos, y volarás libre sobre las cumbres, como el águila.
No tendrás miedo de llamarte por tu nombre cuando saludes al sol. Tú puedes ser yo, ¿porqué tendríamos que querer ser distintos?